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BIOGRAFIA

RAQUEL MELLER
por  Mark O. Martínez
Copyright 2012 Miami, FL USA

LA BELLA RAQUEL

   La cantante y actriz Raquel Meller fue una de las mujeres mas populares y célebres del siglo XX.  Nacida el 9 de marzo 1888 en el seno de una humilde familia en Tarazona, Aragón, España, recibió el bautismo al día siguiente con el nombre de Francisca Marqués López.  No se conocen muchos detalles sobre sus primeros años pero se asegura que cuando era muy pequeña sus padres la entregaron a un convento en Tudela por falta de recursos.  Tiempo después, una tía monja la llevó a vivir con ella a su convento en Figueres convirtiéndose así en su tutora oficial.

Francisca, al igual que otras niñas pobres creciendo en la comunidad religiosa, recibió una educación básica a la vez que aprendizaje en labores domésticas como coser, bordar y tejer. Se dice que Paquita, como la llamaban entonces, era una buena estudiante y que disfrutaba cosiendo; también le gustaba cantar en el coro, aunque fué obvio que no tenía mucho futuro como novicia tal y como esperaba su tía. La chica poseía una personalidad fuerte, independiente y mostraba poca paciencia cuando las cosas no marchaban como ella esperaba.

Cuando la tía monja fue trasladada a otro convento en Montpellier, pudo llevarse a su sobrina con ella pero más tarde fue requerida para las misiones en Filipinas y a Paquita no le pareció bien seguir a su tía en esa aventura. Había cumplido 12 años y decidió volver con su familia que, tan pobre como siempre, residía entonces en Barcelona. Se dice que compartió la humilde vivienda con siete hermanos y una hermana por lo cual no tuvo otra opción que trabajar para ayudar a la economía familiar. A los 13 años Francisca ejercía de costurera en un taller cuya clientela incluía personajes del espectáculo local. La adolescente solía tararear canciones mientras realizaba su labor y, según lo que ha sido la historia oficial, llamó la atención de la vedette Marta Oliver quien la animó a debutar en las variedades.

Esa historia apunta a que el debut de Francisca bajo el nombre de La Bella Raquel, se efectuó en 1907 en el modesto music hall La Gran Peña donde actuaba la Oliver. Pero existen evidencias de que un año antes ya ejercía la joven como intérprete de cuplés en antros miserables, a veces formando dúo con su hermana Agustina.
Se supone que por esas fechas, ambas hermanas fueron expulsadas del domicilio familiar por el padre, quién se ofendió al conocer que sus hijas se ganaban la vida en esos menesteres.

Francisca Marqués López,
mejor conocida como RAQUEL MELLER

Partitura original de su gran éxito.
 Lo que después sería conocido como cuplé (de la palabra francesa "couplet") tuvo antiguos orígenes españoles bajo otros nombres, pero al final del siglo XIX y principios del XX, estuvo fuertemente influenciado por el couplet francés y se le denominó con el nombre de cuplé . Los primeros cuplés de esa era fueron cancioncillas procedentes de Francia, Italia, Alemania y otros países a las cuales se les hacían letras en español. El contenido de esas letras variaba entre picardías de carácter sexual, frases de doble sentido, el humorismo popular y, a veces, hasta comentarios políticos y sociales. Por lo general eran interpretados por jovencitas que intentaban escapar de la miseria presentándose en tugurios y teatrillos patrocinados en su mayoría por hombres.
Bella Raquel hace su gran entrada


Vendiendo a Raquel Meller...

Raquel en una postal de 1911

Raquel Meller con caña y anzuelo...¿pescando marido?
 Consecuentemente, en círculos musicales, el cuplé era considerado "género ínfimo" al que no se le reconocía mérito como música y mucho menos respetabilidad, sobre todo cuando se esperaba que las cupletistas alternaran con los clientes. Por supuesto que esa práctica daba pie a actividades de rampante prostitución por lo que la prensa de la época se abstenía de publicar reseñas objetivas de los aconteceres en semejantes ambientes. No sabremos nunca si La Bella Raquel tuvo que socializar con los caballeros entre actuaciones, pero como eso formaba parte del territorio, no es aventurado suponer que lo hizo. Necesitaba el dinero al igual que sus compañeras y poseía gran atractivo físico por lo que no le faltarían propuestas indecorosas. También es probable que debido a su carácter orgulloso y fuerte se las arregló desde un principio para ser percibida como "diferente" al resto del ganado.

Raquel no poseía una voz potente pero poco a poco fue aprendiendo como transmitir la canción desde el escenario mientras que su atractivo físico y su encanto juvenil hacían el resto. En esa primera fase, la novel artista interpretó todo un repertorio de cuplés sicalípticos y muchas veces actuó con un vestuario que, según ella, "no hubiera sido aprobado por mi tía la monja."  Como fuera, después de esos inicios en La Gran Peña, la joven comenzó a frecuentar mejores lugares y su salario se incrementaba consistentemente lo cual prueba que tomaba su carrera muy en serio. Por ese tiempo encontró el amor en un marino alemán (¿o belga?) de apellido Möeller. Nadie sabe que importancia tuvo la relación ni cuanto tiempo duró pero, poco después, Raquel españolizó el apellido del hombre a Meller y comenzó a usarlo como propio.  Como todo lo que hacía, el cambio de nombre le vino por instinto y, con el tiempo, probaría haber sido una decisión muy acertada. Los nombres artísticos con "Bella" habían sido usados y abusados por docenas de cupletistas mientras que Raquel Meller sonaba moderno, provocativo, comercial y hasta legítimo.


LANZANDO A RAQUEL MELLER

Raquel hizo tanto ruido en Barcelona que pronto le ofrecieron contratos en otras ciudades españolas. Después de recorrer varias provincias, debutó en Madrid en Febrero de 1911 para la inauguración del renovado Trianón Palace, compartiendo el programa con Amalia Molina, Pastora Imperio y una nueva cupletista que se hacía llamar La Goya.  A Raquel le impresionó la elegancia de La Goya y su determinación de darle respetabilidad al cuplé. Compartir el escenario con esas figuras benefició mucho a Raquel por la sola asociación de nombres.

El 15 de septiembre de 1911, Raquel se presentó como primerísima figura en el Teatro Arnau de Barcelona obteniendo un éxito colosal. Muchos años después, daba esa fecha como la de su natalicio y si alguien ponía reparos se defendía diciendo, "¿Por qué no? Raquel Meller nació en esa fecha en el Arnau."  Los escasos reportajes publicados en esa ocasión confirman que la artista tenía motivos de sobra para sentirse satisfecha. No tuvo nada que ver el repertorio que interpretó en el Arnau, que se ajustaba a los gustos del momento e incluía, sin duda, La pulga, un cuplé siempre bien recibido por el público masculino. También incorporó una canción mexicana que le había escuchado a La Goya en Madrid titulada Ven y Ven. La versión de Raquel pronto superó en popularidad a la de su creadora.


Ven y ven y ven,
chiquillo vente conmigo
no quiero para pegarte, mi vida
¡ya sabes pa' lo que digo..!

Además de esos cuplés picantes que todos esperaban, Raquel se las arregló para agregar otros que trataban de amores encontrados, de patriotismo, de gitanerías y de humorismo logrando ofrecer gran variedad en sus presentaciones. La voz corrió como la pólvora de que en el Arnau actuaba una nueva clase de cupletista y los públicos descubrieron en Raquel una finura y un sublime misticismo que convertía el más escandaloso cuplé en algo aceptable para toda la familia. La Goya comenzó un fenómeno similar con su elegante vestuario, sus joyas y delicados modales pero con Raquel la clave estaba en la actuación.  Básicamente comunicaba sus sentimientos a los espectadores mostrando los signos inequívocos de una gran actriz.
Se puede sugerir que entre 1910 y 1912, "la edad de oro del cuplé"  había llegado, rompiendo poco a poco con un pasado conflictivo.  A medida que el cuplé ganaba en popularidad y aceptación social, legítimos compositores y letristas  crearon nuevos cantables para las estrellas del género.  Raquel y sus compañeras de oficio se beneficiaron al poder escoger, dentro de un material superior, las canciones que mejor venían a sus talentos y estilos individuales.  Raquel también se destacó por reconocer intuitivamente la clase de canciones que le pegaban a sus condiciones de cantante y narradora de historias.

DEJANDO HUELLAS

Precisamente en 1912 y con el triunfo del Arnau resonando por toda España, la empresa de discos Odeón la contrató para realizar sus primeras grabaciones.  Por los títulos que se escogieron para aquellas sesiones podemos deducir que la sicalípsis todavía reinaba. Como se hace el amor, La buena discípula, La apache,Desengaño, La esclava mora, La gitana hechicera, La billetera etc...  dan una idea de lo que los productores consideraban comercial.  En esos primeros años Raquel grabó un novedoso cuplé titulado El Liberal, en el que se pregonaba, con picardías incluidas, el diario del mismo nombre.  El Liberal alcanzó éxito instantáneo agregando una nueva dimensión a la carrera de Raquel.  De paso la cantante pudo contar desde entonces con el apoyo entusiasta de la prensa liberal española.

Raquel maduraba apresuradamente como artista y como mujer.  Comenzaba entonces a mostrar una disposición temperamental con la cual quizás intentó ocultar su falta de estudios superiores.  Pronto ganó la reputación de diva insufrible y el resultado resultó positivo porque esa imagen pública la distanciaba a años-luz de la competencia.  La belleza, el buen hacer y la imagen de Raquel se conjugaron para atraer a un público heterogéneo formado por hombres y mujeres de todas las edades, ricos y pobres, incluyendo la aristocracia y la intelectualidad. Por la fuerza de su personalidad transformó el cuplé en un arte que podían disfrutar todos. Por supuesto que La Goya había comenzado ese movimiento, pero Raquel lo tomó y lo llevó a sus máximas consecuencias. En términos futbolísticos, Raquel se apoderó del balón y corrió con él hasta conseguir un gol.

1914 resultó otro año clave para Raquel Meller.  Continuó su escalada a mejores teatros y music halls por toda la geografía española, grabó más de lo que requería su contrato inicial con Odeón mientras que los emergentes tabloides se ocupaban de sus idas y venidas incluso informando sobre supuestos amoríos.  

Por entonces se notó el interés de Raquel por mantenerse al tanto de lo que hacían sus colegas, al punto de presentarse en los debuts de muchas de ellas.  Estuvo presente cuando  Mari Focela estrenó un cuplé sobre un torero que muere en el ruedo, escrito para ella por José Padilla con letra de Oliveros y Castellvi.  Se titulaba El relicario y para presentarlo La Focela comisionó una escenografía con toda la luz y el colorido de la fiesta brava.  Ella misma lució un traje de llamativos colores coronado por una maravillosa mantilla blanca adornada de claveles rojos.  La presentación era espectacular pero los esfuerzos de la Srta. Foncela no fueron recibidos por el respetable como ella esperaba.   Observando desde su palco, Raquel musitaba "interesante...interesante" mientras que los que la rodeaban no se enteraron a que se refería.  Esa noche Raquel se aseguró de llevarse la partitura de El relicario y por algún tiempo no se supo más del asunto.

 Para su debut en Eldorado de Barcelona, Raquel decidió lanzar su visión personal de El relicario.  Pidió una escenografía totalmente en negro y para la actuación lució un vestido negro con una enorme mantilla del mismo color.  Como única iluminación requirió un foco sobre el rostro mientras que el maquillaje lo limitó para acentuar su palidez natural.   Durante su interpretación de El relicario, el público mantuvo respetuoso silencio y pareció hipnotizado. Cuando Raquel finalizó el cuplé sollozando el estribillo en vez de cantarlo, hubo una explosión de aplausos y vítores para la cantante.  Con esa interpretación Raquel Meller logró ser percibida como una gran chanteuse, logrando la inmortalidad en la música popular española.

Ese triunfo fue corroborado unos meses después con otra composición de Padilla y Montesinos que describía a una joven vendedora de violetas en las calles de Madrid.  
Era La violetera, un cuplé comisionado por Carmen Flores y abandonado por la cantante cuando el público lo recibió con frialdad.  Raquel le dió a La Violetera su tratamiento personal convirtiéndola en un éxito popular.  El relicario y La violetera fueron grabadas por Raquel inmediatamente y los discos alcanzaron ventas impresionantes en todo el mundo.  Así mismo las partituras con fotos de Raquel en las portadas, vendieron miles de copias obteniendo grandes sumas para los autores y, por supuesto, para la intérprete.

Por ese tiempo Raquel llamaba la atención no sólo por su exitosa carrera sino por su vida personal la cual, a veces aportaba más drama y suspense que El relicario. Circulaban historias sobre sus peleas con otras cantantes por defender lo que ella consideraba su derecho a exclusividad en ciertos cuplés. En uno de esos enfrentamientos, Raquel interrumpió la actuación de una artista que cantaba La violetera y de un manotazo le arrancó las violetas de la mano mientras le gritaba, "¡estás robándome!"  Otra muestra de mal genio que ha quedado en la historia ocurrió en 1918 cuando Raquel triunfaba en un teatro de Madrid.  Al recibir una invitación de Su Majestad el Rey Alfonso XIII para que cantara en palacio la Meller reaccionó con rudeza. "La misma distancia hay desde el teatro al palacio que desde el palacio al teatro. ¡Si quiere escucharme que venga al teatro!"  
Días después, el Rey decidió aceptar el reto y se presentó en el teatro del brazo de la reina Victoria Eugenia. Conmovida por el gesto, Raquel les pidió disculpas públicamente y dedicó su actuación a los soberanos.  Desde esa noche Raquel se convirtió en una fervorosa monárquica.


Raquel posa satisfecha con sus adoradas mascotas

AMOR VERDADERO

No faltaron comentarios sobre los desplantes de Raquel a sus pretendientes.   Uno de ellos, el notable pintor Joaquín Sorolla, se había enamorado de la cantante y trataba de obtener su atención dibujando bocetos con la imagen de la amada y dejándolos en lugares estratégicos para que Raquel los viera.  Mortificada por la insistencia del pintor que era mucho mayor que ella, Raquel ordenaba que los dibujos se tiraran a la basura, sin importarle o quizás ignorando que estaba tirando una potencial fortuna en arte.  Muchos censuraron esa actitud de la artista ya que casi nadie sabía que Raquel estaba enamorada del hijo del pintor, un débil jovencito de 20 años que respondía por el mismo nombre de su famoso padre.   No se supo nunca si Raquel logró compartir momentos íntimos con Sorolla hijo, pero lo más probable es que el chico no le prestó atención alguna, lo cual provocó una triste depresión en ella.  Se cuenta que cuando Raquel interpretaba su famoso cuplé Mala entraña, pensaba en ese amor imposible.

Serranillo...seranillo
¡no me mates gitanillo!
¿Qué mala entraña tienes pa’ mí?
¿Cómo pue’ ser así?

Una pose romántica de la bella Raquel

Raquel se consagra dándole su sello a "El Relicario"


Diseño inspirado en Raquel Meller publicado en una revista de modas.

Amumcio de una de sus actuaciones en Eldorado de Barcelona, 1919.
Versión en libro de su primera película (1918)

Enrique Gómez Carrillo
el hombre que Raquel amó.

Raquel y Enrique en plena luna de miel.

Raquel y la pequeña Elena.
Para 1919 Raquel era la reina indiscutible del cuplé en España y su presencia era reclamada en muchos paises donde era admirada por sus grabaciones y por los boletines de prensa que informaban de sus triunfos.  París era entonces la capital mundial del espectáculo y ese año Raquel debutó en esa ciudad en el Teatro Olimpia. No hablaba una palabra de francés pero sus movimientos en escena, sus expresiones y gestos comunicaron el significado de sus canciones y el público se le rindió incondicionalmente.  La consagración en Francia fue absoluta y, tal como se esperaba, salpicó a toda Europa.

A su regreso a España la esperaba su debut en el cine como primera figura de la película Arlequines de seda y oro, aparte de nuevas grabaciones para Odeón y presentaciones en varios teatros. En lo personal, lo más importante ese año fue la relación amorosa con el periodista guatemalteco Enrique Gómez Carrillo.  Poseedor de un notable talento literario y de un estilo de vida bastante disoluto, Gómez Carrillo podía calificarse como un personaje típico de la belle époque. Raquel y el periodista se conocían desde 1917 pero en el reencuentro las cosas tomaron un matiz más íntimo:

"¿Es cierto que está enamorada del joven Sorolla?", preguntó por sorpresa el escritor.
"Si señor. Es cierto", respondió ella con frialdad.
"¿Pudiéramos arreglarlo de alguna manera?", propuso el hombre.
"¿Tiene usted alguna sugerencia?", preguntó Raquel a modo de respuesta.
Sorpresivamente surgió el amor, aunque las fuertes personalidades de ambos no ofrecía muchas garantías para una relación estable.  El tenía una tremenda reputación como escritor, intelectual, diplomático y playboy crónico.  Ella requería que toda la atención estuviera sobre ella y estaba acostumbrada a que su palabra era ley.  A él no le atraía cambiar su estilo de vida por la dicha doméstica de un matrimonio burgués y estaba acostumbrado a ser el centro de la atención donde quiera que se desplazaba.  
A pesar de todo, la cupletista y el escritor contrajeron nupcias en Biarritz
el 7 de septiembre de 1919, en una ceremonia de gran brillo social.

A principios de 1920 la luna de miel continuaba aprovechando la primera gira internacional de Raquel. Después de dos meses en Londres con gran éxito de público y e incluso felicitaciones de parte de Su Majestad Jorge V,  Raquel y su intelectual consorte embarcaron rumbo a Buenos Aires en el trasatlántico Reina Victoria Eugenia. Durante la travesía se escribió un libro titulado Confidencias el cual se anunció como una autobiografía de la cantante. Al editarse en la Argentina pocos creyeron en su contenido y mucho menos en que saliera de la pluma de Raquel.  La prosa y estilo delataban el producto como netamente de Gómez Carrillo.

Después de una larga estadía en Buenos Aires con giras ocasionales a Uruguay y Chile se dice que Raquel enfermó y canceló los contratos que la llevarían a México y otros países de Centro,Sur América y el Caribe.  En Buenos Aires habían adoptado a una niña a la que nombraron Elena y que trataron de pasar como hija biológica de Raquel.  Nadie creyó que en unos pocos meses hubiera gira, concepción y alumbramiento por lo que, al final tuvieron que admitir la adopción.  Lo cierto era que Raquel estaba ansiosa por regresar a su país y en cuanto pisó tierra aceptó contratos para Barcelona, Madrid y París.  Por esas fechas hizo una furtiva visita a Roma donde ella y su esposo fueron recibidos en audiencia privada por S. S. Pio XI, realizándose así  uno de los más deseados sueños de Raquel.

Ese primer año de matrimonio fue en verdad idílico pero a medida que pasaba el tiempo el choque de personalidades se hizo patente. La adopción de Elena en vez de resultar un factor unificante para la pareja se convirtió en un problema, ya que ni Raquel ni Gómez Carrillo tenían madera de padres abnegados.  Pronto la convivencia se hizo insoportable para ambos aunque hay que admitir que la pareja tuvo el buen gusto de mantener sus desavenencias lejos de la curiosidad popular.  En febrero de 1922 se presentó la demanda de divorcio por "incompatibilidad de caracteres" una desición difícil para la pareja ya que todavía existía amor entre ellos. Para Raquel la separación también ponía en peligro el respeto y trato preferencial que la clase intelectual le había concedido como "señora de Gómez Carrillo."   En realidad no tenía por qué preocuparse. Su imagen y sus canciones habían calado muy hondo en el corazón de los pueblos y con el divorcio se abrieron nuevas posibilidades que mantendrían a la artista en el pedestal de la fama por muchos años más.
La divina Raquel...
Con gesto lánguido, lista para un close-up en el cine

Como Violeta en "Violetas Imperiales" gran éxito de taquilla

Raquel como una arrepentida"Carmen"

Una joven y bellísima Raquel en su camerino.   


Raquel en la portada de la prestigiosa revista Time de Estados Unidos.                                              
LA GLORIA

La popularidad de Raquel Meller alcanzó niveles insospechados en los años que siguieron a su divorcio.  Parte de esa siempre creciente fama se debió al éxito que alcanzó en la cinematografía francesa.  Después de demostrar su capacidad como actriz de cine con la película Los Oprimidos (1923), Raquel arrasó en la taquilla con  Violetas Imperiales estrenada en 1924 la cual supuso su consagración mundial como gran estrella de cine.

Por ese tiempo comenzaron a circular leyendas, sin base ni credibilidad, sobre Raquel.  Una ellas culpaba a la cantante por el fusilamiento de Mata Hari.  La ficticia historia narra como Raquel entregó a la célebre bailarina-espía a las autoridades francesas porque coqueteaba con su esposo Gómez Carrillo.  Comparando las fechas de los sucesos está claro que el relato es una absurda invención, pero el cuento persiguió a Raquel durante toda su vida y, aunque parezca increible, aún perdura. Esas leyendas aberrantes solo ilustran el impacto que tuvo Raquel Meller en la cultura de su época y la grandeza de sus logros artísticos.

Triunfadora en cine, teatro, discos y con un nombre reconocido en el mundo entero, Raquel tomó muy en serio el cuidado de su imagen pública.  Las entrevistas que concedía a los medios no aportan nada al conocimiento de su dimensión humana.   Eran repetitivas las alabanzas, los tópicos archiconocidos, las aburridas tonterías de los entrevistadores y en fin, la información manipulada.  No permitía referencia alguna a su niñez y a sus comienzos dentro de la sicalipsis, optando siempre por proyectar la imagen de una señora de altos principios morales y muy devota de su fé católica. Si alguien se atrevía a diferir se topaba con un muro de silencio o con el famoso mal genio de la artista. "Se me acusa de tener mal genio", explicaba, "pero en realidad soy muy civilizada cuando me tratan con corrección. Pero si son rudos, reacciono de la misma manera." Para Raquel, "ser rudos" incluía mencionar en su presencia cualquier tópico que no se ajustara a la imagen que quería difundir. Hasta La pulga
se convirtió en tema vetado aunque en aquellas Confidencias publicadas en 1920 comentaba con cierta candidez, "Mis enemigas que intentan denigrarme, dicen con aire de marquesitas escandalizadas: ¡Esa, la que cantaba La pulga en el Paralelo! De La pulga, no tengo el honor de acordarme. Pero renegar de ella, jamás. Es una pulga que se me ha escapado de la memoria."

A pesar de esa tendencia a evitar discutir sus orígenes, Raquel nunca olvidó a su familia, especialmente a su madre y a su hermana, de las que siempre se ocupó aunque estuvieran lejos.  Su hermana, quien tenía carrera propia bajo el nombre Tina Meller, era una mujer bellísima con notable talento para el canto y el baile.  Aunque se destacó mucho en las variedades, Tina  vivió siempre a la sombra de su famosa hermana y apareció en algunas de sus películas.  Después de casarse cambió su nombre al de Tina de Yzarduy y tuvo una participación importante en el clásico film francés-alemán Miguel Strogoff (1926).   Aparte de apoyar a su madre y hermana, Raquel siempre fue generosa con otros familiares, amigos e incluso extraños que solicitaron su ayuda.

Generosidad aparte, la cantante-actriz insistía en comportarse y ser tratada como una gran dama y esa actitud, en el frívolo mundo del espectáculo, resultaba en constantes  enfrentamientos con pretendientes, empresarios, periodistas e incluso con otros artistas.  Raquel no solamente tenía poca tolerancia con las cantantes que se atrevieran a interpretar "sus canciones" sino que le molestaba cualquiera que la imitara o parodiara en público.

El altercado con Encarnación López, La Argentinita, es un claro ejemplo de intolerancia que ha pasado a la historia.  La célebre bailarina y cantante solía incluir en su espectáculo un segmento humorístico donde parodiaba a las estrellas del momento incluyendo a Raquel Meller.  Una noche actuaba La Argentinita sin percatarse de que Raquel se había situado muy cerca de ella entre bambalinas. Cuando llegó el momento de la parodia, La Argentinita lanzaba flores a los espectadores imitando la voz y el estilo Meller al tiempo que decía, "Esta flor es para usted... y esta para usted...para usted..."  Como un rayo, Raquel saltó de su escondite y enfrentándose a su colega, le propinó una sonora bofetada mientras decía, "¡y esto es para tí!" despareciendo del escenario con la misma velocidad con que había aparecido.

Otro conocido enfrentamiento tuvo lugar durante el rodaje de Carmen (1926) basada en la novela de Próspero Mérimée.  El director de la cinta, Jacques Feyder, consideró afortunado tener a la temperamental Raquel en el papel de Carmen, mientras que Raquel se sentía complacida de interpretar al famoso personaje español. Por supuesto que ella nunca había leído la novela pero pronto descubrió que no solamente estaba encarnando a una tempestuosa gitana sino a una mujer de dudosa moral.  Preocupada por su imagen, Raquel comenzó a pedir cambios en el guión pero siempre recibía la excusa de que "no se podía cambiar la clásica novela escrita por Mérimée."  En un caluroso día de rodaje en Ronda, la artista pidió otro cambio y al recibir la misma respuesta estalló en cólera. "Pongan al teléfono al tal  Mérimée que le hablaré y tendrá que comprender mi punto de vista." El director y el equipo no supieron si reír o escandalizarse.  Mérimée llevaba casi medio siglo en su tumba.
A pesar de todos los conflictos Raquel realizó un buen trabajo en Carmen con gran éxito de público y de crítica.  La película se mantiene como un clásico del cine silente francés.

ASALTO A LAS ALTURAS

Durante varios años, Raquel recibió ofertas para cantar en Estados Unidos pero sus compomisos en Europa le impidieron considerar ese desplazamiento. También influía que la artista en su tiempo libre disfrutaba de hacer vida social en sus residencias, especialmente en el palacete de Versailles, donde recibía a sus amigos e invitados rodeada de antiguedades y obras de arte firmadas por  Matisse, Rodin, Carrière, Renoir, Toulouse-Lautrec, Picasso y el mismísimo Sorolla. Una de sus piezas favoritas era un piano color crema, pintado a mano con flores multicolores cuyo dueño original había sido nada menos que Mozart.  En plan de "reina del palacio,"  Raquel posaba orgullosa para los fotógrafos recostada al extraordinario y valioso instrumento. Sin duda había recorrido un largo camino desde sus días de modesta costurerilla y de cupletista luchando por sobrevivir.

En 1926 el empreario Ray Goetz hizo a Raquel una oferta que no pudo resistir. $100,000 dólares garantizados por dos semanas de conciertos en el teatro Empire de Nueva York y la oportunidad de ganar mucho más en una gira por las ciudades más importantes de los Estados Unidos.  Fiel a sí misma, antes de firmar el contrato, Raquel demandó una serie de condiciones, razonables y otras no tanto, para el viaje y su permanencia en aquel país.
Las condiciones incluían camarotes de primera clase en el trasatlántico SS Leviathan para ella, sus perros y un séquito compuesto por una secretaria, una encargada de vestuario y tres cocineros, uno para platos de la cocina española, otro para la francesa y el otro para la china.  En tierra esperaba alojamiento en los mejores hoteles, guardaespaldas que la acompañaran a todos los eventos públicos y dos vagones de ferrocarril para viajar sobre líneas privadas a las otras ciudades de la gira. El Sr. Goetz aceptó todas la condiciones sin regatear ya que conocía la gran expectación en Estados Unidos por ver y escuchar en directo a la artista que llamaban  "el alma que canta" y podía cobrar la exorbitante suma de $25 dólares por butaca, una suma sin precedentes en los teatros estadounidenses.


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MIMOSA
(J. Martínez Abades)
 F. Moreno Torroba
y orquesta