Raquel Meller     |   home 
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BIOGRAFIA 2
Raquel, belleza excepcional y cautivadora personalidad


A bordo del trasatlántico SS Leviathan rumbo a Nueva York

El triunfo de Raquel en el Empire de Nueva York resonó por toda la nación americana. La noche del debut se congregaron banqueros, ejecutivos, millonarios, intelectuales, políticos, la crema de la sociedad neoyorquina, aparte de representantes de los más importantes medios. La revista Time le concedió la portada del 26 de abril de 1926 y el crítico teatral del diario New York Times describió a Raquel Meller como "una hechicera". En efecto, toda la ciudad se rindió ante el embrujo de la cantante turiasonense. Después de 16 días de éxito multitudinario en "La gran manzana," llegó el momento de abordar los vagones ferroviarios que la llevarían a Filadelfia, Chicago, Boston, Baltimore y Los Angeles, en una gira que se extendería por varios meses.

En todas las ciudades Raquel Meller fue recibida con un calor popular inenarrable pero su llegada a Los Ángeles resultó especial porque allí el enclave cinematográfico la acogió con notable entusiasmo. Se la vió relacionarse con las estrellas más importantes del séptimo arte desde Pola Negri, Gloria Swanson y Harold Lloyd hasta Mary Pickford y su esposo Douglas Fairbanks, considerados los jerarcas de la vida social de la ciudad.  Al debut de Raquel no faltaron Charlie "Charlot" Chaplin, Rodolfo Valentino y Cecil B. DeMille, que, impresionado por la actuación, exclamó, "¡Es la máscara de la tragedia!"

Chaplin invitó a Raquel a visitar su estudio y le ofreció pagarle el doble de lo que recibía por película para que interpretara el papel de Josefina de Beauharnais en una producción basada en la vida de Napoleón Bonaparte. Se desconocen los motivos que impidieron esa colaboración pero Chaplin quedaría siempre fascinado con Meller y ambos mantuvieron una amistad de mutua admiración durante varias décadas. A pesar de que el film con Chaplin no se materializó, Raquel terminaría haciendo historia en el cine norteamericano al filmar ese año cuatro de sus grandes éxitos musicales en un corto sonoro para Fox Movietone en Nueva York. La película se exhibió en 1927 siendo la primera vez que se escuchó cantar en castellano y en catalán en el cine mundial.

Raquel en su película "La Venenosa" filmada en 1928
La imagen de Raquel. romántica y exótica, conquistó Estados Unidos



Chaplin & Meller:  mutua admiración...
Cuando la gira americana prometía extenderse a otras metrópolis y con ofertas concretas para repetir las ciudades visitadas estalló un conflicto. Estaban en Baltimore cuando Raquel se enfrentó a Ray Goetz y canceló toda extensión al contrato original. Públicamente Goetz se excusó aludiendo que la artista "necesitaba descansar un tiempo." Antes que nadie supiera lo que en realidad sucedía, Raquel y su séquito, incluidos sus cocineros, ya estaban de vuelta en París.

Inmediatamente, Raquel rodó la película francesa La venenosa y en 1928 brilló como siempre en el teatro con la revista
La Luxe de Paris.  Un año después confirmaría su permanencia como "primerísma dama de la canción" con otra extravagancia musical titulada Paris-Madrid que poco después estrenó en la capital de España bajo el título Madrid-París.
Era la reina indiscutible del espectáculo en Europa y ni siquiera Chaplin pudo convencerla para que regresara a Hollywood. En 1930 el célebre Charlot trató de realizar su sueño de trabajar con Raquel y le ofreció el papel de la florista ciega en su producción de Luces de la ciudad. Para entonces Raquel trataba de realizar su propio sueño de lanzarse como actriz drámatica contactando a los mejores dramaturgos franceses en busca de la opción más apropiada. Una vez más, dijo "no" a Chaplin para decirle "sí" a Maurice Rostand, que gozaba de gran prestigio por su obra La glorie escrita para Sarah Bernhardt.

Chaplin continuó con Luces de la ciudad sustituyendo a Raquel por la actriz Virginia Cherrill pero manteniendo el tema de La Violetera como leitmotiv de la florista invidente. Todavía se debaten los motivos que llevaron a Chaplin a atribuirse la autoría del famoso cuplé de José Padilla, pero el músico almeriense le presentó demanda por plagio y Chaplin tuvo que compensarle por orden judicial en París.
EL TIEMPO INEXORABLE

A principios de 1932, Raquel Meller debutó como actriz drámatica en el prestigioso teatro Sarah Bernhardt de la capital francesa. La obra escrita para ella por Rostand se tituló Une Jeune Fille Espagnole y resultó un gran éxito de público mientras que la crítica especializada, tan tradicionalmente severa, admitió que la actuación de la diva en el papel de Pomposa era aceptable. Algunos de esos venerables periodistas dejaron entrever su molestia por el hecho de que "una cantante de music hall" se sacara de la manga semejante actuación. Otros achacaron el éxito a que Raquel cantaba cuatro canciones durante el drama y discutieron si la idea de que Pomposa cantara provenía del autor o de la estrella.

Según Raquel y sus seguidores, Une Jeune Fille Espagnole llegó a representarse más de cien veces aunque no existen datos que lo confirmen. Como fuera, la obra fue un triunfo que mitificó aún más a la cantante y alimentó su ya muy desproporcionado ego. Cierto que tenía el derecho de sentirse orgullosa de sus logros pero, a medida que pasaba el tiempo, el orgullo desmedido hizo que su objetividad se nublara. Se vió a si misma como la artista por antonomasia y como tal, única e irreemplazable.

Imparable, Raquel filmó a continuación la versión sonora de Violetas imperiales en la que actuaba y cantaba varias canciones como Doña Mariquita y La violetera. El incipiente cine sonoro se había convertido entonces en la diversión preferida por las masas y Raquel se benefició enormemente por la impresionante publicidad que se le otorgó a su primera cinta sonora "con diálogos y canciones."  Raquel disfrutaba de toda esa atención y no se percató de que la música popular evolucionaba. Puede que también decidiera ignorar que tenía ya 44 años cumplidos y que, aunque todavía era una belleza imponente, la frescura de la juventud se le escapaba sin remedio.  En base a su nombre y a muchos leales admiradores, Raquel se mantendría en plan estelar durante otra década, pero estaba claro que no lograba nuevos seguidores.  Las ofertas en Francia y de otros países fueron disminuyendo y pronto los contratos más importantes venían de España. En 1936 aceptó ser la protagonista de una película titulada Lola Triana a rodarse en Barcelona y Sevilla.




Raquel en un retrato intrigante.

Maurice Rostand besa la mano de su musa...


Raquel en gesto pensativo

Anuncio del espectáculo autobiográfico "La violetera".


Al regresar a su patria, Raquel encontró un ambiente social muy diferente al que estaba acostumbrada. La monarquía había quedado abolida desde 1931 por la Segunda República y la infiltración de la Internacional Comunista en el gobierno era notoria. La Iglesia sufría brutal persecusión y la artista, que siempre proclamó su fe católica, se sintió incómoda. El hecho de que la bandera española rojigualda que ella amaba hubiera sido suplantada por un estandarte de tres colores la molestaba sumamente. Considerando el genio de Raquel era de esperar que en cualquier momento se produciría un conflicto.

Por entonces gozaba de gran popularidad y prestigio la actriz Margarita Xirgu que, al parecer simpatizaba con el régimen y era mimada por la prensa. Durante una gala en un teatro madrileño, el maestro Jacinto Guerrero tuvo la desafortunada idea de presentar a las dos artistas. Cuando Xirgu extendió su mano para saludar a Raquel, la cantante le dio la espalda sin siquiera mirarla. Guerrero pensó que Raquel no había comprendido de quién se trataba e insistió, "¡Es Margarita Xirgu!" Sin inmutarse, pero subiendo el tono de voz para que todos la escucharan, Raquel definió su posición, "Esa señora tiene ideas diferentes a las mías y no tengo por qué saludarla." Al día siguiente, los diarios comentaron el incidente de forma muy parcial beneficiando a La Xirgu y criticando severamente a Raquel. Como era usual en ella, ignoró la mala publicidad y se tomó un descanso en Villefranche aprovechando una pausa en el rodaje de Lola Triana.  No se sabe cuanto lograron filmar pero la película fué suspendida y mas tarde cancelada al estallar la Guerra Civil en España. Horrorizada por el conflicto bélico, Raquel decidió quedarse en Villefranche a esperar tiempos mejores aunque seguía con interés y angustia el desarrollo de los sucesos en su tierra.

Libertad Lamarque (derecha) junto al comité de bienvenida
al llegar Raquel Meller a Buenos Aires en 1937.

Comenzó 1937 presentándose nuevamente en París en el espectáculo Paris en joie revalidando su categoría de máxima figura del musical parisino. Ese mismo año viajó a Buenos Aires donde su regreso se manejó como un evento extraordinario pero el éxito ya no fue igual al de su anterior visita. La actriz y cantante Libertad Lamarque relata en su autobiografía, publicada en 1986, que se le asignó presidir la comitiva que recibiría a Raquel Meller en el puerto. Libertad admiraba a Raquel y se consideraba privilegiada de ser la escogida para darle la bienvenida a Buenos Aires. Sin embargo el encuentro no resultó placentero ya que Raquel, de inmediato, mostró animosidad por su colega argentina. Libertad no comprendía los motivos de aquella actitud pero alguien le sugirió que quizás su peinado con flequillo era muy similar al que Raquel consideraba su "marca de fábrica." También pudo influir que Libertad tenía 20 años menos que Raquel y estaba en la cúspide como cantante y actriz cinematográfica. Sea lo que fuera, el incidente demostró que Raquel no había perdido ni un ápice de su talento para el conflicto.

En 1939 la guerra en España la habían ganado las fuerzas al mando del general Francisco Franco con un poco de ayuda del fascismo alemán e italiano.  Aunque Raquel no simpatizaba con el nuevo líder, la tranquilizó que los republicanos anti-católicos ya no estuvieran en el panorama y que el país giraba hacia la derecha. Después de un par de años en Sudamérica, Raquel planeaba un gran musical para su regreso a Francia. Lamentablemente pronto estalló la Segunda Guerra Mundial y ya no quedó sitio seguro en Europa excepto España que se declaró neutral. Cuando los alemanes ocuparon Francia, Raquel se desplazó con urgencia a su país natal. Odiaba el anti-semitismo ya que tenía muchos amigos judíos y esa persecución le parecía un salvajismo intolerable. Tampoco confiaba en el régimen de Franco pero, forzada por las circunstancias, se estableció en su casa de Barcelona. Al menos la bandera tradicional de España se había restaurado y la Iglesia gozaba de trato preferencial por la dictadura franquista.

Ese mismo año de 1940, Raquel sorprendió a todos casándose por lo católico con el empresario francés Edmond Sayac. Su ex-esposo Gómez Carrillo, a quién se consideraba a pesar del divorcio, el gran amor de la cantante, había fallecido en 1927. Todo apunta a que la nueva unión era simplemente un "matrimonio de conveniencia" pero al poco tiempo la pareja adoptó un niño en Buenos Aires a quién llamaron Jordi Enric. Esto nos trae el recuerdo de Elena, aquella hija adoptada de la cual nadie supo nada durante años. Se decía que, al no poder establecer una relación estable con su madre, Elena había profesado en una orden religiosa de estricta clausura. Jordi Enric fué quizás más afortunado al criarse bajo la tutela paterna en Francia aunque de adulto logró una cálida relación con su famosa madre en Barcelona. Después de la boda con Sayac, Raquel presentó en Madrid la revista ¡Alló Hollywood! obteniendo notable éxito y un año después se anotó otro triunfo en Barcelona con un lujoso espectáculo autobiográfico titulado La Violetera.
EL OLVIDO

A pesar de que la taquilla respondía favorablemente, esas presentaciones no significaron que Raquel Meller regresaba al puesto que había ocupado en sus años de gloria. Ese lugar privilegiado que ella mantuvo durante tanto tiempo ahora lo compartían nuevas estrellas de la canción, entre ellas Imperio Argentina, Estrellita Castro y Concha Piquer. Desde mediados de la década del 30, un género musical llamado copla se había establecido fuertemente en el gusto popular.

La copla no era nada nuevo pero, al surgir en Andalucía con gran influencia del Flamenco, fue una expresión musical netamente española a diferencia del cuplé que había comenzado con influencia francesa y se había enriquecido con géneros populares de todo el mundo desde el tango hasta la rumba. A pesar de toda esa riqueza universal, el cuplé fue reemplazado poco a poco por la copla que terminó calando hondo en el pueblo español. Para cantar copla se requerían voces potentes, de gran dramatismo y desgarro aparte de una buena dosis de salero andaluz. El timbre delicado, íntimo, casi angelical de Raquel Meller no podía competir con las voces que en ese momento causaban sensación. En resumen, para mediados de los 40, tanto el cuplé como Raquel fueron considerados anacrónicos.

En 1945, la guerra y los impuestos dejaron a Raquel sin propiedades en Francia pero eso no la dejaba en el miseria. Todavía le quedaban sus propiedades de Barcelona y una fortuna en joyas, antigüedades y arte. Cuando las ofertas de trabajo escaseaban, se revestía con la actitud de que era "demasiado rica para que le importara." En el fondo se sentía sumamente deprimida y lo revela en la correspondencia que sostuvo con amigos durante los largos períodos de inactividad. En una de esas cartas que ha sobreviido, escribió, "Me siento hundida dentro de un pozo oscuro y sin esperanzas."





Un famoso primer plano de la Meller
Para ser objetivos, hay que reiterar que a pesar de su ego y volátil temperamento, Raquel era excesivamente generosa y nunca dejó de ayudar a familiares y amigos necesitados especialmente en los duros años de la postguerra. Existen muchos testimonios de personas que aseguran haberse salvado de la miseria gracias a la ayuda financiera y apoyo moral que les brindó Raquel.

Así mismo es un hecho probado que durante su larga carrera artística contribuyó con su talento y finanzas a incontables instituciones benéficas en España, Francia, Bélgica, Reino Unido, Estados Unidos y otros países. Entre sus posesiones más queridas, guardaba dedicatorias firmadas por los reyes de España, Inglaterra y Suecia, por los gobiernos de Francia, Argentina, etc. aparte de las bendiciones apostólicas de los Papas Pío XI y Pío XII y muchos otros reconocimientos que se le otorgaron a través de los años por su labor filantrópica.

Siempre se mostró receptiva a cualquier gestión de caridad y generalmente trataba con amabilidad y compañerismo a sus colaboradores dentro del mundo artístico. Sin embargo, a la mayoría de las cantantes femeninas, Raquel nunca les concedió disfrutar esa faceta benévola de su personalidad y se cuenta que hasta la mismísima Imperio Argentina sufrió de sus embates cuando incluyó en su repertorio La Violetera. Cabe recordar que en aquel libro de Confidencias publicado en 1920, Raquel comentó con gran ingenio, "Mis compañeras se reirían con lo que he escrito en este libro...si supieran leer."

En 1946 Raquel se presentó en la revista Melodías del Danubio producida por la popular compañía de sus amigos los vieneses Arthur Kaps y Franz Joham. En realidad los productores solo intentaron agregar un nombre famoso al espectáculo que ya tenían montado, mientras que, para Raquel, el espectáculo era "ella".
Lo importante era que estaba activa, cantando rodeada de lujosas escenografías y vestida elegantemente. No reconoció que sus seguidores eran ya personas maduras que acudían para recordar tiempos mejores y que no estaba impresionando a los jóvenes que visitaban el teatro por compromiso, casualidad
o curiosidad.

Al llegar 1950, Raquel Meller estaba olvidada, ignorada por los medios y desconocida para las nuevas generaciones. Pasaba sus días en casa, leyendo, atendiendo a sus queridas mascotas y cuidando su privacidad celosamente. Pasaba ya los 60 años de edad y el tiempo había hecho estragos en su físico, en gran parte porque había dejado de cuidarse. No le importaba tener unos kilos de más y rehusaba asistir a salones de belleza, a teñir sus canas, a maquillarse o a vestir con elegancia. Vivía frugalmente aunque tenía dinero suficiente para un estilo de vida menos miserable. Cuentan sus allegados que al llegar a la tercera edad, Raquel trataba de vivir su fe católica e hizo votos de humildad y pobreza. También es posible que por entonces mostraba síntomas de senilidad con un comportamiento a veces variable e impredecible.

En ocasiones aceptaba invitaciones para cantar un par de canciones en eventos comunitarios o de caridad, asistiendo a esos eventos con la misma actitud de gran diva como si fuera otra vez 1920 y estuviera actuando en el Casino de París.
Su hijo Jordi Enric y su hermana Tina, al igual que otros viejos amigos, se preocupaban por su deterioro físico y mental pero Raquel, fiel a su carácter, rehusaba consejos y defendía su independencia a capa y espada. Solo cuando sintió que le fallaba la respiración aceptó consultar a un cardiólogo y se le diagnosticó una peligrosa afección cardíaca. Le molestó tener que seguir las instrucciones médicas de dieta y medicamentos pero también asumió su dolencia con gran dramatismo artístico, insinuando le sobraba el trabajo. "No puedo trabajar" decía, con efectiva voz quebrada, "tengo problemas con mi corazón."


El gran final del lujoso espectáculo autobiográfico "La violetera" (1941)






EL CUPLÉ REGRESA

Se nota una profunda tristeza en los bellos ojos de Raquel en esta foto de los años 40.
¿Quizás presentía el futuro?

Aquí risueña y sin perder su categoría estelar

Identificada por siempre con "El relicario"

Anuncio de una gala en un cine de Barcelona
A mediado de los 50, se planteó un inesperado fenómeno cultural cuando Radio Madrid, comenzó a transmitir un programa titulado Aquellos tiempos del cuplé. Concebido para atraer una audiencia de la tercera edad, el formato presentaba a una pareja de simpáticos abuelitos recordando las primeras décadas del siglo y la música que era popular entonces. Para las canciones se eligió a Lilián de Celis, una joven estudiante en la academia del maestro Monreal.

El programa cumplió su objetivo con creces llegando a obtener altos niveles de audiencia y Lilián fué requerida Discos Columbia para grabar cuplés incluyendo los grandes éxitos de Raquel Meller. Es necesario recalcar que el programa era de corte nostálgico destinado a personas mayores y no ayudó a revitalizar las carreras de Raquel y de las otras cupletistas originales aunque despertó cierto interés en el género. Raquel ignoró todo lo referente al programa radiofónico y a la nueva cantante que se lanzaba "robándole su repertorio."

Aquella reacción despreocupada y distante de Raquel, ocultaba que se sentía en verdad traicionada, abatida e indefensa. En 1956 el periodista Ramón Pujol, amigo personal de Raquel, tuvo una idea que pudiera describirse como operación rescate. El plan consistía en publicar una biografía de la cantante que la colocara nuevamente en el sitio que merecía dentro de la música y el espectáculo. El libro titulado Vida y arte de Raquel Meller resultó un tedioso absurdo literario con página tras página de alabanzas incontroladas.




 Raquel canta "Las tres carabelas" de Augusto Algueró en la revista Campanas de Viena (1956)


Fracasada la operación rescate de Pujol, otros viejos amigos de Raquel, Los vieneses Kaps y Joham, tuvieron una idea más práctica. Invitaron a Raquel a aparecer en su nueva revista musical Campanas de Vienna, otra magnífica producción en que la cantante era presentada con dignidad y respeto.  Mientras Raquel trabajaba felizmente con Los vieneses en Madrid y en Barcelona, otra crisis estaba en proceso. El productor y director cinematográfico Juan de Orduña preparaba su propio proyecto sobre el cuplé, probablemente inspirado por el éxito radial de Aquellos tiempos del cuplé aunque ha sido difícil comprobar. El film se titularía El último cuplé y el guión narraba la historia de una olvidada cupletista de principios de siglo que al final intentaba regresar a las tablas pero moría del corazón cantando en el escenario. El proyecto encontró toda clase de dificultades, especialmente con el financiamiento, ya que nadie veía claro un film de cuplés y mucho menos interesaba la actriz que Orduña había designado para el papel principal. Era conocida en América como Sarita Montiel, con varios años de estrellato en el cine mexicano y comenzaba a destacar en Hollywod.  A pesar de esa trayectoria, de su belleza y de su pasmosa fotogenia, Sarita no era considerada taquillera en España y muy pocos sabían que cantaba.

El último cuplé se terminó salvando toda clase de impedimentos y logró estrenarse en el Rialto de Madrid aprovechando una ley que protegía al cine español y exigía que se exhibieran un número determinado de películas nacionales por cada película extranjera. Desde el estreno, los espectadores quedaron fascinados con la cinta, con la estrella y con los cuplés que interpretaba. Corrió la voz de que en el Rialto se exhibía algo extraordinario y pronto hubieron multitudes que esperaban haciendo largas filas para ver la película. El último cuplé se convirtió en un verdadero fenómeno social llegando a exhibirse durante un año en el cine de estreno. Este no es el lugar apropiado para examinar los eventos que desencadenaron Montiel y Orduña con esa película ya que el asunto merece por si solo un libro. Baste recordar que el cuplé se convirtió en la sensación del momento entre viejos y jóvenes, hombres y mujeres, ricos y pobres, recuperando la importancia social y comercial que había gozado medio siglo antes.
Lista para marcharse a casa, después de finalizar su actuación en "Campanas de Viena," Raquel es requerida a escena por el clamor popular que la ovacionó en el Teatro Cómico de Barcelona en 1956.
Raquel como se mostraba en un reportaje para la revista Fotos en 1957

AL FINAL DEL CAMINO

Cuando lo del programa radiofónico, Raquel Meller sufrió la situación más o menos callada, pero ahora la conmoción era demasiado y lo tomó como un insulto personal. La prensa, tanto de España como de América Latina, se interesó en conocer su opinión sobre el resurgimiento del cuplé y la veterana artista no midió sus palabras. "Esa señora trata de imitarme, pero no se pueden cantar mis canciones con voz de sereno borracho." Elementos sensacionalistas se frotaron las manos ante la posibilidad inminente de una pelea escandalosa entre artistas pero Sarita no se dió por aludida y en realidad el público no le prestó mucha atención a las diatribas de una anciana que aparecía en reportajes extravagante y vencida por los años.

Sin embargo, con todo el despliegue publicitario, el nombre de Raquel Meller había adquirido cierta actualidad y recibió varias ofertas de trabajo. Escogió cantar en la revista Ha salido el Blanco y Negro estrenada en 1958 en el Teatro Madrid. La noche del estreno hubo asistencia masiva de admiradores y una nutrida representación de celebridades del cuplé, pero la imagen y la actuación de Raquel dejaron mucho que desear. Es difícil aceptar que la mítica artista decidiera salir a escena en un vestuario espantoso, mal maquillada, y con el pelo canoso que parecía no haber visto un peine en años. Aunque en general la crítica trató a Raquel mucho mejor que al espectáculo, hubieron testimonios explícitos del desastre. El escritor Ángel Zúñiga, uno de sus más devotos biógrafos, escribió, "Cantó con voz quebrada, sin brillo en los ojos y moviéndose con torpeza, pero lo peor fue el vestuario en el cual lució como un grotesco bufón de a principios de siglo." Álvaro Retana también criticó severamente la actuación pero admitió que "la manera de expresar, la originalidad de su rostro, la forma de hacer mutis, valían la pena..." Ese comentario deja claro que, aunque en circunstancias difíciles,  la Meller todavía poseía algo de su magia de antaño.  Acababa de cumplir 70 años.

La revista no se mantuvo mucho tiempo en cartel. El público prefería esperar en fila para ver El último cuplé o su secuela La violetera cuyo estreno había paralizado La Gran Vía madrileña. Ambas películas se exhibieron con similar éxito en toda España, América, Europa y eventualmente en todo el mundo. Aparte de Sarita o Lilián de Celis, casi todas las cantantes de España e Hispanoamérica se aprovecharon de la popularidad del cuplé para ganar dinero rápido. Los cuplés que eran bastiones de Raquel Meller como El relicario, La violetera, Mala entraña, Flor de té, Ven y ven, Bajo los puentes del Sena, etc. se escuchaban por doquier en interpretaciones buenas, malas y regulares. Raquel se retiró a su casa en Barcelona con la amarga sensación de que estaban destruyendo su legado musical y encima ganando dinero a su costa.


En 1961 Raquel apareció, por primera y única vez, ante las cámaras de Radio Television Española (RTVE) cantando varias canciones incluyendo, por supuesto,
La Violetera. Es probable que esa fuera su última gran actuación aunque después participó en un par de eventos menores en Barcelona. Se dice que por esas fechas recibió a unos productores de cine que vinieron desde Francia a pedir su permiso para filmar una película basada en su vida. Raquel sintió curiosidad por el proyecto pero cuando le mencionaron a Sara Montiel como actriz protagonista reaccionó violentamente y no quizo saber más del asunto. Los franceses desistieron del proyecto pero en España se las arreglaron para filmar La reina del Chantecler (1962)
en cuyo guión mezclaron elementos de la vida de Raquel con otros de La Chelito.

El último año de la vida de Raquel transcurrió con serenidad y paz aunque vivía como una reclusa exilada en su propio país. Daba la impresión de ser inaccesible y proclamaba que no recibía a nadie, ni siquiera familia o amigos, si no se concertaba la visita previamente por teléfono. Quizás era su forma de auyentar a gacetilleros, paparazzi y curiosos que la acechaban a menudo. Sin embargo tenía una rutina diaria que traicionaba esa imagen antisocial. Por las mañanas asistía a misa en un templo cercano y después caminaba por las calles de su barrio y hacía pequeñas compras en los comercios. Terminaba comiendo en su restaurant preferido donde la trataban como familia.




Raquel repartiendo sus flores por última vez


En su casa rodeada de obras de arte...y recuerdos.

Seguía siendo muy generosa y donaba sus pertenencias a obras de caridad o a veces regalaba objetos valiosos a quien le apetecía. Por lo menos una vez por semana tomaba el transporte público y visitaba una leprosería en las afueras de la ciudad para ayudar en lo que pudiera.

Su hijo Jordi Enric la visitaba frecuentemente y cuidaba de que siguiera el plan médico y de que no le faltara nada.  En su dormitorio, al lado de la cama, estaban visibles los pergaminos con las bendiciones papales y seguramente oraba y meditaba diariamente. A mediados de julio de 1962, Raquel sufrió una caída en su casa provocada por una crisis cardiaca. Fue internada inmediatamente en el hospital de la Cruz Roja y mejoró notablemente en los días siguientes por lo que se esperaba una pronta recuperación.


Can Masdeu en las afueras de Barcelona donde estaba situado la leprosería que Raquel visitaba.
Un paparazzi francés sorprendió a Raquel de compras por las calles de Barcelona.

Luciendo sus medallas.

Es natural que en el hospital gozara de trato preferencial por ser quien era y por los buenos deseos de la condesa de Lacambra, presidenta y benefactora de la institución. Así mismo la cuidaron con gran deferencia las monjas encargadas de los pacientes bajo las órdenes de la madre superiora María de Aragón, paisana de Raquel. También tuvo a una joven enfermera que la atendía con especial cariño y con la que estableció una entrañable amistad. Jordi Enric visitaba a su madre diariamente y Raquel no perdía ocasión para destacar las virtudes de la enfermera diciéndole a su hijo querido, "esa es la clase de mujer que te convendría para esposa."

Se informó que durante la permanencia de Raquel, el hospital recibía mas de 200 llamadas telefónicas diariamente de amigos y admiradores interesándose por su salud. Al anochecer del 25 de junio, la paciente sufrió una embolia pulmonar cuya diagnosis apuntaba a un inmediato y fatal desenlace.  La condesa de Lacambra, la reverenda madre María de Aragón y el médico de cabecera Dr. Agustín Gómez y Gómez , acudieron con urgencia al lado de Raquel y pronto se les unió Jordi Enric.  Juntos mantuvieron vigilia toda la noche hasta que al amanecer se detuvo para siempre el corazón de la célebre artista. Raquel Meller había fallecido en brazos de su hijo a las 5:20 de la mañana del 26 de julio de 1962. Tenía 74 años.


Una de sus últimas fotos.
La noticia se propagó con rapidez en los medios acaparándo titulares tanto en España como en el resto del mundo.
De repente todos recordaron a Raquel Meller y se sintieron impactados por su desaparición. La capilla ardiente se instaló en un salón del hospital siendo Jordi Enric y Tina Meller los únicos familiates presentes. El ataúd se envolvió con la bandera rojigualda de España que tanto amaba Raquel y sobre su pecho colocaron sus condecoraciones favoritas, La Gran Cruz de Alfonso XII, las medallas de la Legión de Honor de Francia y Las Palmas Académicas Francesas, así como el escapulario de Nuestra Sra. de Monte Carmelo. No se permitieron fotografías y la entrada se limitó a las personas que estuvieron con ella hasta el final incluyendo el personal del hospital. El libro de condolencias que se desplegó a la entrada del recinto médico fue firmado por cientos de dolientes.
El funeral multitudinario de Raquel en Barcelona.
Más de 100.000 personas la acompañaron hasta el cementerio
La hija Elena Gómez Carrillo Marqués, el hijo Jordi Enric Sayac Marqués al lado de su padre Edmund Sayac en el último adios a Raquel Meller.
Una multidud estimada en más de 100.000 personas, acompañó los restos mortales de Raquel hasta el cementerio de Montjuic donde, en una conmovedora ceremonia, recibió cristiana sepultura.  Junto a Jordi Enric estuvieron su padre Edmond Sayac e inesperadamente su media hermana Elena haciendo una rara aparición pública al lado de la familia. Todos unidos con representantes de la Iglesia y del Gobierno dieron el último adios a una de las españolas mas importantes de todos los tiempos.

Después del fallecimiento, Jordi Enric contrajo nupcias con la enfermera que tan cariñosamente había cuidado de su madre en el hospital. Tuvieron un matrimonio feliz hasta la trágica muerte de él en 1964 a consecuencia de un accidente automovilístico. Elena reapareció brevemente en 1967 presentando una demanda judicial para reclamar lo que quedaba del patrimonio materno. No se ha podido precisar el resultado de aquella gestión pero ese mismo año la atormentada Elena se suicidó.
El majestuoso cementerio de Montjuic, Barcelona, donde duerme el sueño eterno Raquel Meller
Mientras Raquel Meller duerme el sueño eterno en un rincón de su querida España, su leyenda parece aumentar con el paso de los años. Sus grabaciones continúan siendo reeditadas y la importancia que tuvo en la música popular es examinada y proclamada en docenas de libros, así como en cuantiosos ensayos literarios y reportajes periodísticos. En su ciudad natal de Tarazona, un museo de Raquel Meller y una asociación de ciudadanos mantiene vivo el legado de la artista turiasonense.

La Biblioteca Nacional de España conmemoró el 50ª aniversario de su fallecimiento con una serie de eventos de gran brillantez cultural que se extendió desde el mes de julio hasta septiembre del 2012 . Entre muchas actividades de gran revelancia, exhibieron el valioso retrato de Raquel por Joaquín Sorolla y la célebre película Carmen (1926) de Jacques Feyder.
Olga María Ramos, cupletista y cupletóloga, ofreció una brillante conferencia-concierto en la que glosó la vida y la obra de Raquel Meller en una velada que resultó inolvidable para el numeroso público presente. También hay que destacar la obra teatral Por los ojos de Raquel Meller, escrita y dirigida por Hugo Pérez, que se ha presentado en varias ciudades de España.
La tumba de Raquel Meller

Todo apunta a que Raquel Meller se mantiene como un símbolo de belleza, glamour y talento pero también como ejemplo de una mujer que salió de la nada y a base de trabajo, fuerza de voluntad y personalidad definió toda una época.  Sin duda se ganó con creces la inmortalidad.

Descansa en paz querida Raquel.
No te olvidaremos.


El monumento a Raquel en el Paralelo de Barcelona

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FLOR DE TE
(J. Martínez Abades)
por F. Moreno Torroba
y orquesta